Las personas con Inteligencia Límite (IL) no llevan escritas en la cara las dificultades que las hacen ser socialmente vulnerables. A simple vista, pasan desapercibidas, pero los déficits- que en muchas ocasiones no llegan a atribuirse en una realidad con nombre propio como es la IL- se detectan a la hora de comunicarse, de asumir las responsabilidades de la vida doméstica o de cuidarse. También se detectan cuando las persones han de desarrollar habilidades sociales y relacionales, utilizar los recursos comunitarios, autocontrolarse, o a la hora de poner en práctica habilidades académicas y laborales.

La diversidad es un elemento principal del esbozo del colectivo. Cada persona con IL, como todo el mundo, independientemente de su coeficiente intelectual, tiene unas necesidades determinadas. Los apoyos que requieren para vivir de manera autónoma no responden a un patrón homogéneo, reproducible en cualquier persona con IL. De esta condición base parte la acción integral de acidH.

No tener unos rasgos físicos que evidencien la IL crea sentimiento de incomprensión entre las personas del colectivo, a veces por parte de la misma familia y de profesionales, pero sobre todo, por parte de las personas con quien establecen relaciones secundarias en el día a día.

La inteligencia límite supone un desfase entre la edad cronológica y la mental, una disonancia de capacidades e interés respecto a personas de la misma edad, que se acentúa a partir de la adolescencia. De aquí surge el reto de la identificación precoz de la IL, para poder acompañar a las personas con IL desde la infancia y evitar que caigan en las listas de fracaso escolar, sin reconocimiento ni oportunidad de acumular recursos académicos para la vida adulta.

La lentitud en el proceso de aprendizaje es una característica central de esta discapacidad. No obstante, todavía cuesta asociarla a la IL como primer síntoma, ya que cada niño y niña tienen su propio ritmo de desarrollo, sin que ello suponga un problema a largo plazo. Invertir en investigación y detectar la IL de manera precoz es un reto principal, que tiene como objetivo garantizar la plenitud de los derechos de las personas con IL.

Nuevo curso, menos límites

La lentitud en el aprendizaje, en el caso de las personas con IL, no necesariamente tiene que ser sinónimo de fracaso escolar. La experiencia evidencia que puede resolverse ¿La fórmula? Más apoyo y más tiempo que el necesario en los grupos de referencia. La escuela Vida Montserrat de acidH la aplica desde hace más de 20 años, con éxito en más de un 80% de los casos.

Los adolescentes que estudian en esta escuela cursan la Educación Secundaria Obligatoria con una modificación curricular que pretende potenciar las capacidades intelectuales, emocionales y sociales del alumno con inteligencia límite, en grupos de 8 a 10 por clase.

Decenas de chicos y chicas han acabado las clases de este curso 2015-2016 en el centro de educación secundaria acidH, y que volverán en septiembre para afrontar un nuevo curso sin límites. Se trata de un espacio que, con el apoyo del equipo docente especializado en didácticas adecuadas a los estilos cognitivos de los alumnos, garantiza que adquieran las competencias básicas de la etapa como norma, y no como excepción, entre las personas con IL.

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